El sol que entra por las rendijas de mi habitación vaticinan el calor que se desarrollará cuando el sol llegue a su punto más alto. Mis párpados se recuperan poco a poco de la noche oscura y temen petrificarse con la luz cegadora. Mi cuerpo se retuerce, luchando con movimientos lentos contra la rigidez del sueño profundo.
Un día más, una noche menos.
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