martes, 17 de julio de 2018

Dos mil años en lo más profundo de la tierra, esperando que alguien por alguna divina casualidad consiga descubrirme.
El polvo se fue depositando sobre mí, llegando a enmarañarme con una tupida capa blanca.
Las partículas marrones y los pequeños insectos hicieron su parte, adentrándose en los recovecos cercanos a mí.
Algunas raíces se toparon en su camino de búsqueda de agua conmigo, liándose y anudándose.
Mi ser inerte y vacío se transforma en un nuevo ecosistema, en un ente que late e intenta perdurar en la oscuridad.