La decepción es ese algo que se va instalando en lo más profundo, que va reconcomiendo la poca esperanza que queda de las situaciones que ilusionaron mi vida. Destruyendo la paz interior que tantos años había tardado en cultivar gracias a las lecturas de libros de autoayuda y espiritualidad. Mi yo empoderado pierde fuerza a cada minuto que miro mi móvil y no encuentro señal ni palabra tuya.
Nunca hubiera imaginado que 200 gramos de metal tuvieran tanto poder en mi psique. Cómo un sonido mecánico puede alterar de forma tan poderosa mi ánimo, y la falta de él, llevarme al abismo.
La necedad que me hace buscar los instintos más animales para encontrar un ápice de lo primario que se esconde unido al raciocinio que me hace ver lo equivocada que estoy. La vuelta a la realidad o los pies en el suelo no permiten que desconecte del todo de la VERDAD, de todo lo que nos rodea y nos hace convivir con nuestras pasiones, miedos, ansiedades y curiosidades. Y así pasan las horas, los días y los años, dentro de esta piel con sus terminaciones nerviosas que sacuden cada extremo de mí.
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