viernes, 19 de octubre de 2018

De las estanterías repletas de pastorcillos y búhos de porcelana brillante. Donde el polvo se va acumulando en los pliegues y los recovecos de lo que ahora ya ni la memoria tardía recuerda. Volúmenes de enciclopedias y libros amarillentos que algún día se compraron para rellenar los huecos altos, que con el peso y el tiempo, se han ido ondulando.
Fotos de personas que sonríen a la luz de los momentos felices, de los días soleados y las noches estrelladas. Cuadros de paisajes atípicos y estáticos, con personajes sin ojos, sin almas, que miran hacía el horizonte lleno de colores cálidos.
Todo en una habitación de menos de 15 metros cuadrados, cuyos muebles de aglomerado me recuerdan a la vida de ese alguien que ya no está, que se fue sin lo puesto, sin todo lo acumulado durante años de compras inquietas, de expectativas de futuro erróneas, que le llevó hacia un presente errático, huraño, con la vista encarcelada dentro de esas cuatro paredes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario