Si pudiera concentrarme en un punto fijo que me orientara hacia el camino que debo seguir. Como si cada mañana me despertara para conseguir lograr ese ansiado momento de felicidad cuyos carteles de publicidad a lo largo de la autopista me recuerdan cada trayecto de 7 a 7:25 que hago para poder llegar a mi asiento perpetuo, el cuál sigue conservando mi calor.
Y aquí me tienes, observando si ante mí se abrirá en algún instante un agujero interestelar que me teletransporte a uno de esos mundos paralelos, donde mi yo negativo y pesimista se regodeé de ello y haga de su propio malestar el principio para un método contra la soledad del alma. Donde todo lo que se piense se diga, sin la importancia de estar siendo juzgada por todos los que me rodean. Donde las palabras unan en vez de romper con el todo que nos formulamos en la cabeza.
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